PRIMER MANDAMIENTO
PRIMER MANDAMIENTO
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54El primero de los Diez Mandamiento está expresado en la sentencia siguiente:
"No tendrás dioses ajenos delante de mí." 51(Éxodo capítulo 20: versículo 3).
Quiere decir que no adoremos a supuestos dioses, ni creamos en ellos porque realmente no existen, sino solo en la imaginación y en el corazón del hombre desviado. Ya sea que estén representados o no por una imagen gráfica o escultural. 11Dios demanda que le adoremos solamente a Él, que es el único verdadero, el eterno, el no creado, el Creador de todo lo que existe y el que todo lo sustenta. Al respecto veamos lo que nos dice el siguiente pasaje bíblico:
51Isaías capítulo 43: versículos 10 y 11: "Vosotros sois mis testigos, dice Jehová [el Señor], y mi siervo que yo escogí, para que me conozcáis y creáis, y entendáis que yo mismo soy, antes de mí no fue formado Dios, ni lo será después de mí. 11Yo, yo Jehová [el Señor], y fuera de mí no hay quien salve."
Aunque esta declaración del Supremo Creador constituye una realidad innegable, es cierto también, según lo prueban minuciosos estudios de la teología, que los hombres desde el principio se crearon muchos dioses. Después de la caída moral del hombre, sus descendientes emigraron lejos sin interesarles para nada las relaciones con sus progenitores y con su Creador. Fue así como al pasar las primeras generaciones, la mayor parte de la humanidad perdió su relación con el verdadero Dios.
Es cierto también, según lo han demostrado estudios de la etnología, que el ser humano tiene por intuición propia la tendencia a creer en la existencia de lo sobrenatural, o sea, es algo innato en sí mismo la concepción de algún Dios como causa de todos los fenómenos naturales que se perciben. Como resultado de ello, los hombres se crearon un sinnúmero de dioses que no eran más que el producto de la elaboración de sus propias mentes. Estos eran representados principalmente por las imágenes o esculturas de personas que habían sido figuras prominentes entre sus antepasados. Otros dioses eran simbolizados por las mismas obras de la creación, tales como astros, planetas, árboles, rocas y animales. Véase 51Romanos capítulo 1: versículos 22 al 25.
A estos se les atribuía toda clase de poderes y facultades y se les ofrecía cultos y sacrificios extraños, de tal manera que llegaron a ofrecerles víctimas humanas, principalmente de niños. Se conoce a través de la Biblia, que esta era una práctica religiosa de los cananeos, que ofrecían sus hijos en sacrificio al fuego en los brazos del dios Moloch. Así también, algunos reyes de Israel en su desvío, pecaron contra Dios haciendo lo mismo, a pesar de la advertencia divina. Consideremos lo que dicen los siguientes pasajes bíblicos:
51Levítico capítulo 18: versículo 21: "Y no des de tu simiente para hacerla pasar por el fuego á Moloch; no contamines el nombre de tu Dios: Yo Jehová [el Señor]."
51Segunda de Reyes capítulo 16: versículos 2 y 3: "Cuando comenzó a reinar Acház, era de veinte años, y reinó en Jerusalem dieciséis años: y no hizo lo recto en ojos de Jehová [del Señor] su Dios, como David su padre; 3Antes anduvo en el camino de los reyes de Israel, y aun hizo pasar por fuego a su hijo, según las abominaciones de las gentes que Jehová [el Señor] echó de delante de los hijos de Israel."
Una confirmación de este abominable y criminal pecado se refleja en otras porciones de los Escritos Sagrados, donde dice que, hicieron pasar a sus hijos y a sus hijas por fuego; y diéronse a adivinaciones y agüeros, y entregáronse a hacer lo malo en ojos de Jehová [del Señor], provocándole a ira. Dice que los Heveos hicieron a Nibhaz y a Tharthac; y los de Sepharvaim quemaban sus hijos al fuego a Adramelech y a Anamelech, dioses de Sepharvaim. El detalle histórico hace énfasis en la vida del rey Manasés, quien era de doce años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalem cincuenta y cinco años: el nombre de su madre fue Hepsiba. E hizo lo malo en ojos de Jehová [del Señor], según las abominaciones de las gentes que Jehová [el Señor] había echado delante de los hijos de Israel. Y pasó a su hijo por fuego, y miró en tiempos, y fue agorero, e instituyó pythones y adivinos, multiplicando así el hacer lo malo en ojos de Jehová [del Señor], para provocarlo a ira. 51(Segunda de Reyes capítulo 17: versículos 17 y 31; capítulo 21: versículos 1, 2 y 6).
Además de estas evidencias que nos aportan las Sagradas Escrituras, está probado según auténticas investigaciones, que muchas de las tribus antiguas, algunas de las cuales gozaban de cierto grado de civilización, incluyendo algunas tribus de América, practicaban el sacrificio de víctimas humanas a sus dioses, especialmente de jóvenes vírgenes.
Todo esto ha traído como consecuencia, gran dolor y confusión a la humanidad apartada del verdadero y único Dios. Y es evidente que estos males han persistido en la actualidad, donde existen esta clase de creyentes que ofrecen a sus dioses la sangre y las entrañas de niños y adolescentes, para lo cual se ven obligados al secuestro y al crimen, para cumplir con lo que supuestamente estos les exigen.
Así, la adoración a otras divinidades o dioses ajenos, ha venido a convertirse, desde muy temprano en la historia de la humanidad, en una práctica tan trágica y perjudicial que ha traído como consecuencia constante dolor, terror y desesperación a una gran parte de los seres humanos, quienes a su vez viven en el más tenebroso oscurantismo religioso, al no conocer al verdadero y único Dios realmente existente.
Un estudio minucioso acerca de este mandamiento, tal como lo expone un 32eminente escritor en su comentario, nos indica que esta prohibición incluye, además, el hecho de dar a cualquier objeto el primer lugar en nuestros afectos y servicios. De manera que cualquier cosa que nos atraiga al extremo de disminuir nuestro amor a Dios o que impida que le podamos rendir el debido servicio o adoración, puede constituir para nosotros un dios ajeno.
Según este concepto, un ídolo no es solo una estatua o una imagen de metal o de madera. Un ídolo puede ser todo aquello que llegue a ocupar un lugar de extrema influencia en nuestras vidas, algo que se interponga entre Dios y nosotros. Por lo que este mandamiento nos dice que ninguna persona, cosa, ideología o propósito, incluyendo el excesivo amor al dinero, debe interponerse en nuestra adoración exclusiva a Dios. Por lo cual es recomendable tener muy presente las palabras referidas por el mismo Señor, que dicen:
"Yo, yo Jehová [el Señor], y fuera de mí no hay quien salve." 51(Isaías capítulo 43: versículo 11).