MISERICORDIA Y REDENCIÓN DIVINA
CAPÍTULO 5 MISERICORDIA Y REDENCIÓN DIVINA DIOS RECIBE AL PENITENTE
Introducción: En capítulos anteriores expuse que la misericordia de Dios se pone de manifiesto, principalmente, cuando la persona se encuentra en estado de penitencia. Esta se define en este caso, como un acto de arrepentimiento y humillación. Consiste en un profundo pesar por todas las malas acciones cometidas contra Dios y contra nuestros semejantes e implica un sincero deseo y una actitud decidida, en cuanto a la renuncia definitiva de tal comportamiento.
Según estudiamos en el capítulo anterior, el hombre después de su caída moral, quedó bajo la triste condición del pecado y la culpabilidad, sometido ineludiblemente a los principios y rigores de la pena o castigo. No obstante, era tan intenso el amor de Dios para con el ser que había creado a su propia imagen y semejanza, que no permitió su definitiva perdición, sino que ofreció el recurso para que este pudiera recuperar la felicidad y la vida eterna. Para ello, le da una segunda oportunidad: si durante el transcurso de su vida, el ser humano, que se había encaminado por el sendero de la rebeldía y la desobediencia, se arrepentía y se volvía al camino del bien, alcanzaría la vida eterna. Esta no era una oportunidad encubierta de la cual el hombre no tuviera pleno conocimiento. Pues Dios ha confirmado esta gloriosa manifestación de su amor divino, desde tiempos precedentes en la historia bíblica, haciéndole un prominente llamado a través de su Santa Palabra. Al respecto veamos lo que nos dicen los siguientes pasajes:
51Ezequiel capítulo 18: versículos 21 al 23: "Mas el impío, si se apartare de todos sus pecados que hizo, y guardare todas mis ordenanzas, é hiciere juicio y justicia, de cierto vivirá; no morirá. 22Todas sus rebeliones que cometió, no le serán recordadas: en su justicia que hizo vivirá 23¿Quiero yo la muerte del impío? dice el Señor Jehová. ¿No vivirá, si se apartare de sus caminos?"
51Ezequiel capítulo 33: versículo 11: "Diles: Vivo yo, dice el Señor Jehová, que no quiero la muerte del impío, sino que se torne el impío de su camino, y que viva. Volveos, volveos de vuestros malos caminos: ¿y por qué moriréis, oh casa de Israel?"
La doctrina del arrepentimiento ha mantenido su vigencia a través de los tiempos, desde los primeros discursos proféticos hasta haber sido objeto de las proclamaciones de nuestro Señor Yeshúa el Mesías, de Juan el Bautista y de los apóstoles de la Iglesia. Leamos las siguientes citas bíblicas:
51Mateo capítulo 3: versículos 1, 2, 8 y 9: " Y en aquellos días vino Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea, 2Y diciendo: Arrepentíos, que el reino de los cielos se ha acercado. 8Haced pues frutos dignos de arrepentimiento, 9Y no penséis decir dentro de vosotros: A Abraham tenemos por padre."
51Mateo capítulo 4: versículo 17: "Desde entonces comenzó Jesús [Yeshúa] a predicar, y a decir: Arrepentíos, que el reino de los cielos se ha acercado."
Marcos confirma este hecho según el 51capítulo 1: versículos 14 y 15 de su libro, diciendo que, después que Juan fue encarcelado, Jesús [Yeshúa] vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, y diciendo: El tiempo es cumplido, y el reino de Dios está cerca: arrepentíos, y creed al evangelio. El apóstol Pablo también declara que, habiendo disimulado Dios, los tiempos de la ignorancia pasada, ahora denuncia a todos los hombres en todos los lugares que se arrepientan: Por cuanto ha establecido un día, en el cual ha de juzgar al mundo con justicia… 51(Hechos capítulo 17: versículos 30 y 31).
En estos pasajes de las Escrituras, Dios está haciendo un llamamiento con promesa al hombre, para que se aparte del mal y siga el bien. Que se arrepienta de sus pecados y comience una vida nueva en obediencia a su voluntad divina y no muera eternamente, sino que alcance vida eterna para su alma. La muerte del cuerpo es un fenómeno natural que todos tendremos que experimentar por designio divino, pero nuestro Señor Yeshúa dijo: De cierto, de cierto os digo, que el que guardare mi palabra, no verá muerte para siempre. 51(Juan capítulo 8: versículo 51).
PREÁMBULO A UN COMENTARIO DE LOS DIEZ MANDAMIENTOS
Ahora bien, sabemos que el ser humano estaba capacitado para tomar cualquier determinación referente a su conducta, como arrepentirse de su mal camino. A partir del pecado original el hombre tuvo conocimiento del bien y del mal. Además, según vimos en la cita bíblica de 51Romanos capítulo 2: versículos 14 y 15, este estaba poseído del conocimiento de la voluntad de Dios, por medio de la luz de la razón y de la obra de la ley escrita en su corazón. Sabemos también que el mismo fue creado con libre albedrío para elegir lo que él prefiriera hacer. No obstante, a causa del oscurecimiento que ya este había sufrido en su conciencia determinó Dios darle en forma escrita los principios de su voluntad divina, relacionados con los fundamentos de la moral y el comportamiento humano, expresados en los Diez Mandamientos, escritos con su propio dedo en dos tablas de piedra. Al respecto consideremos los siguientes pasajes de las Escrituras:
51Éxodo capítulo 24: versículo 12: "Entonces Jehová [el Señor] dijo a Moisés: Sube a mí al monte y espera allá, y te daré tablas de piedra, y la ley, y mandamientos que he escrito para enseñarlos."
51Éxodo capítulo 31: versículo 18: "Y dio a Moisés, como acabó de hablar con él en el monte de Sinaí, dos tablas del testimonio, tablas de piedra escritas con el dedo de Dios."
Estos mandamientos serán objeto de nuestra consideración en este capítulo. Con el estudio de ellos damos inicio a un valioso tema de carácter legislativo de alta apreciación teológica, considerado en este caso como legislación bíblica. Estos mandamientos resumen los dos grandes deberes del individuo: amar a Dios y amar al prójimo. Así lo declara nuestro Señor Yeshúa:
51Mateo capítulo 22: versículos 35 al 40: "Y preguntó uno de ellos, intérprete de la ley, tentándole y diciendo: 36Maestro, ¿Cuál es el mandamiento grande en la ley? 37Y Jesús [Yeshúa] le dijo: Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y de toda tu mente. 38Este es el primero y grande mandamiento. 39Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 40De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas."
Evidentemente, según la experiencia de la vida real, el respeto y la complacencia son dos condiciones ineludibles en la demostración del amor. Por lo cual, si alguien piensa que ama mucho a Dios, pero no está poniendo en práctica estas dos características comprendidas en la demostración del amor, lamentablemente esa persona está equivocada en su manera de pensar al respecto. Pues cuando se ama verídicamente a Dios, debe demostrarse complaciéndolo mediante la obediencia a sus mandamientos divinos y a todo lo que Él ha predispuesto a través de su Santa Palabra, incluyendo la obediencia a las enseñanzas de su Hijo el Mesías, el cual, según su propio testimonio no hablaba de sí mismo, sino lo que había oído del Padre, según 51Juan capítulo 8: versículos 26 y 27. De igual manera, las enseñanzas de los apóstoles del Mesías deben ser tomadas en cuenta y obedecidas como las del mismo Señor, por cuanto ellos difundieron el evangelio que de Él habían recibido según 51Gálatas capítulo 1: versículos 11 y 12. Solo cuando lo hagamos así, estaremos poniendo en práctica no solamente la complacencia y el respeto, sino también el verdadero amor a Dios.
Igualmente, si alguien cree que en verdad Dios mira el corazón y no la apariencia externa, debe estar seguro entonces que su corazón es conforme a la voluntad de Dios y que no está en rebeldía y desobediencia a su Santa Palabra. Escuche una bella labanza alusiva al tema en la interpretación de Areli Miranda.