Introducción
INTRODUCCIÓN
En el principio creó Dios el universo y pobló la tierra de toda vegetación, desde los frondosos y gigantescos árboles, hasta aquellos que producen deliciosos frutos, así como los tiernos, coloridos y perfumados lirios. De igual manera, la habitó de animales, desde el manso tigre hasta las hermosas y coloridas mariposas. Formó los mares, las hermosas playas, los caudalosos y cristalinos ríos y los simples arroyos; proveyéndoles la asistencia solícita del sol y de la luna para perfeccionar la vida biológica de todas sus criaturas.
Finalmente, creó al ser humano a su propia imagen y semejanza, con el propósito ya concebido desde la eternidad, de convertirlo en un integrante de su reino glorioso. Lo erigió como príncipe de toda su creación, poniendo estas riquezas bajo su dominio y a su entera disposición. Todo lo bello, maravilloso y acogedor fue creado por Dios con el fin de que contribuyera de manera especial a la felicidad del hombre. Bienestar de una vida plena, en la que no habría de existir la angustia, el dolor, la enfermedad, el envejecimiento ni la muerte para ninguna criatura. Pero todo estaba sujeto simplemente a la obediencia de las normas de conducta legadas por el Divino Creador, y el hombre claudicó al desobedecer.
La sentencia, por lo tanto, fue inevitable: llegó el dolor, la angustia, el envejecimiento, la enfermedad y la muerte. Y como consecuencia del pecado se originó la depravación heredada que generó todos los males que han azotado a la humanidad a través de su historia: el crimen del homicidio, el adulterio, el hurto, la violencia, el odio, el rencor, la envidia, el menosprecio, el engaño, la traición, el orgullo, la discriminación, la ambición, las guerras despiadadas, la explotación del hombre por el hombre, la ignorancia, el hambre y la miseria, además de la idolatría causada por el oscurantismo religioso y la concepción de diversos y falsos dioses. Para su dicha la historia no concluye con este fatal desenlace, porque Dios no dejó al hombre abandonado a su suerte. Esta segunda fase de nuestro relato, contiene, por ende, un valioso mensaje de Dios para usted; el mensaje de las buenas nuevas de salvación y vida eterna. Pues siendo tan profundo y sublime el amor de Dios para con el ser que había creado a su imagen y semejanza, se compadeció de él de manera tal que quiso proveer un medio para que este se pudiera liberar de la desgraciada situación que había cosechado como consecuencia de su pecado, y pudiera alcanzar aún la felicidad y la vida eterna. Para ello lo redimió de su culpabilidad mediante el sacrificio de su Hijo Jesucristo en la cruz del Calvario. Él pagó con su muerte por el pecado de toda la humanidad, por ende, tenemos acceso por gracia a la vida eterna en gloria, solo bajo una condición: que el hombre se arrepienta de sus pecados y de sus malos caminos, y cambie sus normas de conducta por una vida de santidad.
Ahora bien, ¿de dónde procede esta interesante y conmovedora historia con la culminación de tan brillante esperanza de salvación y vida eterna?
Pues nada menos que de la Santa Biblia, un libro escrito bajo la influencia de la inspiración divina, pero que se dice haber tenido la participación de más de treinta autores, concluido en un período de alrededor de mil quinientos 60 años. Escrito originalmente en tres idiomas diferentes: hebreo, arameo y griego. Traducido posteriormente, a cientos de idiomas y dialectos. Este comprende, además, un relato a grandes rasgos desde la creación del universo hasta el siglo primero d. C. Es considerada una estructura literaria relativamente compleja que, aunque los menos entendidos la puedan comprender, a veces los más sabios no lo logran. Por tal razón, se hace mucho más fácil entenderla a través de un estudio extractado y bien organizado que revele con toda sencillez y claridad el mensaje contenido en sus escritos. Ala vez proporciona claras evidencias de todo lo antes dicho, el mensaje de Dios para el hombre. Encuéntrelo a través de la lectura de este importante tratado.