EL FUNDAMENTO DE LA FE EN EL MESÍAS

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EL FUNDAMENTO DE LA FE EN EL MESÍAS, EL HIJO DE DIOS

Antes de concluir este capítulo, he querido presentar el tema de la fe del creyente en el Mesías, el Hijo de Dios, por tratarse de un asunto de vital importancia para los estudiantes de la Santa Biblia.

La fe es un don de Dios, una virtud que implica certidumbre, confianza y seguridad, nos hace creer en algo que existe o que se va a llevar a efecto, aunque la razón de su existencia o el modo de su realización estén fuera del límite de nuestra comprensión.

Este es un factor fundamental para todo creyente, principalmente para los que creen en el Mesías. Es prácticamente imposible concebir esta clase de creyente sin que se tenga en cuenta esa fe viva, que se debe demostrar mediante la práctica de las obras que dan evidencia de ella. Tal como la concibe Santiago en su Epístola universal. Véase 51Santiago capítulo 2: versículos 14 al 26. Ahora bien, debido a que la misma es fundamental para todo creyente, es muy importante tener una convicción bien definida acerca de la fe del practicante mesiánico, la cual tiene su origen y fundamento en las evidencias de las manifestaciones de Dios a su pueblo, reveladas en la Santa Biblia.

Para un mejor entendimiento de lo que he querido expresar, tomaremos en consideración algunas porciones del relato sagrado relacionado con hombres que tienen una marcada trayectoria de fe, bíblicamente reconocida. Veamos en primer lugar el caso de Noé. Dios le dijo a Noé: El fin de toda carne ha venido delante de mí; porque la tierra está llena de violencia; y he aquí que yo los destruiré con la tierra. Hazte un arca de madera de Gopher: harás aposentos en el arca y la embetunarás con brea por dentro y por fuera... Y he aquí que yo traigo un diluvio de aguas sobre la tierra para destruir toda carne en que haya espíritu de vida debajo del cielo; todo lo que hay en la tierra morirá. Mas estableceré mi pacto contigo, y entrarás en el arca tú con tus hijos y tu mujer y las mujeres de tus hijos contigo. Y Noé lo hizo todo conforme a lo que Dios le mandó. Véase 51Génesis capítulo 6: versículos 13, 14, 17, 18 y 22.

Creemos que Noé jamás se hubiese sometido a construir un arca como aquella, bajo circunstancias tan inexorables, predicando el porvenir de un diluvio inconcebible para la humanidad de aquella época, si no hubiese percibido la voz de Dios. Quien le habló audiblemente y le dio órdenes acerca de todo lo que tenía que hacer, obrando, además, en su corazón de la manera que únicamente Él sabe hacerlo para convencer al hombre y llenarlo de esa fe gloriosa.

Tenemos además, el caso de Abraham a quien Dios le había dicho: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré; y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre y serás bendición. Y bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré: y serán benditas en ti todas las familias de la tierra. Y Abram se fue, como Dios le dijo y fue con él Lot su sobrino: y era Abram de edad de setenta y cinco años cuando salió de Harán. Véase 51Génesis capítulo 12: versículos 1 al 4.

Entendemos que, tampoco Abraham se hubiese expuesto a una aventura tan sacrificada y peligrosa como la que emprendió, de no haber sido por la manifestación tan inspiradora, clara y detallada que recibió directamente de Dios. Pero su obediencia al mandato divino le permitió alcanzar un grado superior de fe y mayores evidencias del poder y la fidelidad del Supremo Creador. De tal manera que ha sido llamado bíblicamente el padre de la fe. Y cada una de las palabras recibidas en aquella memorable revelación, se han cumplido a cabalidad.

Veamos lo que dicen textualmente las Escrituras con respecto a Moisés:

51Éxodo capítulo 3: versículos 1 al 5: "Y apacentando Moisés las ovejas de Jethro su suegro, sacerdote de Madián, llevó las ovejas detrás del desierto, y vino a Horeb, monte de Dios. 2Y apareciósele el Ángel de Jehová [del Señor] en una llama de fuego en medio de una zarza: y él miró, y vió que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía. 3Entonces Moisés dijo: Iré yo ahora, y veré esta gran visión, por qué causa la zarza no se quema; 4Y viendo Jehová [el Señor] que iba a ver, llamólo Dios de en medio de la zarza, y dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí. 5Y dijo: No te llegues acá: quita tus zapatos de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es.

Seguido de este acontecimiento, el Señor le dijo a Moisés: Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. Entonces Moisés cubrió su rostro porque tuvo miedo de mirar a Dios. Y Dios le dijo: He visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues tengo conocidas sus angustias: Y he descendido para librarlos de mano de los egipcios y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha... Ven por tanto ahora, y te enviaré a Faraón para que saques a mi pueblo, los hijos de Israel, de Egipto. (Israel es Jacob).

Según los detalles del relato en 51Éxodo capítulo 4: versículos 1 al 7, Moisés respondió, y dijo: He aquí que ellos no me creerán, ni oirán mi voz; porque dirán: No te ha aparecido Jehová [el Señor]. Entonces Dios le dijo: ¿Qué es eso que tienes en tu mano? Y él respondió: Una vara. Y Dios le dijo: Échala en tierra. Y él la echó, y la vara se convirtió en una culebra y Moisés huía de ella. Entonces Jehová [el Señor] le dijo: Extiende tu mano, y tómala por la cola. Y él la tomó, y se convirtió nuevamente en vara. Entonces el Señor le confirmó diciendo: Por esto creerán que se te ha aparecido Jehová [el Señor] el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. Y le dijo, además: Mete ahora tu mano en tu seno. Y él la metió y cuando la sacó su mano estaba leprosa como la nieve. Y dijo Dios: Vuelve a meter tu mano en tu seno: y él la volvió a meter y cuando la volvió a sacar, estaba completamente sana como antes.

Lo cierto es que, tampoco Moisés hubiese comparecido ante el rey de Egipto para exigirle que dejase salir de su tierra a un pueblo esclavo, si no hubiese tenido de Dios pruebas tan evidentes como las que el Señor le mostró en el monte Horeb. Lo que le permitió sacar al pueblo obrando grandes señales y prodigios por medio de la fe que había recibido.

Entre muchos de los ilustres personajes de la fe relacionados en la historia de las Sagradas Escrituras, he elegido a estos tres grandes hombres de Dios, de los cuales podemos tomar ejemplo para demostrar sobre el fundamento de sus experiencias y actitudes los principios de nuestra fe.

Ellos tienen un récord brillante en la historia de la fe. Sin lugar a dudas, conocían de Dios por medio de la tradición oral; pero a ninguno de ellos se le habría ocurrido llevar a cabo actividades semejantes a las relacionadas en estos pasajes bíblicos, simplemente por sus propias ideas, sino que su decisión estuvo fundada en la convicción que recibieron a través de grandes revelaciones de Dios.

Es esta la fe que a través de los tiempos ha germinado en el corazón de los verdaderos hijos de Dios. La que hizo posible que Moisés extendiera su vara sobre el Mar Rojo, tal como se lo ordenara el Todopoderoso y que las aguas se dividieran para que su pueblo pasara la mar en seco. Mientras que todos sus perseguidores perecieron ahogados. Es la que hizo posible que los tres jóvenes hebreos aceptaran ser lanzados en un horno de fuego ardiendo, de donde salieron ilesos, antes que adorar a un falso dios figurado a través de una estatua de oro (ver 51Daniel capítulo 3: versículos 1 al 27). Ella fue el potencial que recibió el profeta Daniel para someterse a ser echado en el foso de los leones, de donde salió sin recibir daño alguno, antes que dejar de adorar al único Dios verdadero (ver 51Daniel capítulo 1: versículos 1 al 7). Es la misma virtud que hizo posible que muchos otros hombres de la historia bíblica se lanzaran a la conquista de grandes éxitos y resultaran victoriosos. Porque la fe de estos hombres no estaba basada en simples creaciones de la mente humana, como la de otras religiones, sino en la evidencia de hechos reales y convincentes que han consistido siempre en grandes manifestaciones de Dios a los hombres.

Por eso se ha dicho siempre que, si los hombres en tiempos del Mesías no hubiesen percibido los milagros y señales que hizo Él en presencia de muchas personas, tampoco hubiesen creído que Él era el Enviado de Dios, ni hubiesen tenido fe en sus palabras. Mas, para culminar con las evidencias de su procedencia divina, después de haber muerto resucitó al tercer día, como les había dicho antes; y les apareció en varias ocasiones dándoles mandamientos, hasta que ascendió al cielo en presencia de ellos.

No obstante, Tomás, uno de sus discípulos, quien no estuvo presente en la primera ocasión en que el Señor se les personó estando juntos los otros, se expresó diciendo: ..."Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré."

Sin embargo, cuando el Señor se le apareció y le mostró sus manos y su costado traspasado por la lanza, entonces creyó y díjole: "¡Señor mío y Dios mío!" Véase 51Juan capítulo 20: versículos 25 al 28.

Espero que a través de esta exposición realizada los estudiantes hayan podido comprender que la fe del practicante mesiánico no está basada en simples creaciones de la mente humana, como la fe de otras religiones, sino que sus principios y fundamentos están basados en hechos y evidencias reales.

Son estas las razones que hicieron posible que la fe de aquellos discípulos se agigantara a tal extremo que ni las más encarnizadas persecuciones, la cárcel, las torturas, ni el martirio, pudieron lograr que los creyentes en Yeshúa el Mesías se retractaran de tan gloriosa convicción.

Nótese que en todos estos detalles se ponen de manifiesto tres elementos esenciales concernientes a la fe. 39Primero: que la fe bíblica es creer en la verdad. Segundo: que esa verdad incluye la realidad total, que comprende tanto el mundo invisible como el visible. Tercero: para que esa fe sea genuina, tenemos que vivir de acuerdo con esa verdad en la que hemos creído. Así es la fe de los creyentes en el Mesías.

CONCLUSIÓN

De esta manera culmino este capítulo, con la esperanza de que el mismo haya cumplido el objetivo de mi más noble propósito de que los estudiantes logren obtener un concepto básico acerca de la Santa Biblia, que les ayude a confiar plenamente en ella. Conociendo el origen divinamente inspirado de sus escritos, su carácter de permanencia eterna, su provisión divina como un medio para instruir al hombre para toda buena obra, iluminar su mente oscurecida por el pecado y enseñarle cómo hacer uso práctico de la oración. Además, cómo comprender sus escritos sagrados y que en ella está contenido el fundamento de la fe de los creyentes en el Mesías.

Escuche un audio con imágenes, alusivas al martirio de los discípulos del Mesías. Para ello solo toque este enlace.

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