LECCIÓN NÚMERO 74
LECCIÓN NÚMERO 74 UN EJEMPLO DE HUMILDAD
Después de terminada la cena con sus discípulos, según el tema anterior, el Señor Jesús hizo un gesto de demostración de amor y gran humildad con cada uno de ellos, con lo cual les dejó un extraordinario ejemplo antes de su partida.
Consideremos el siguiente pasaje de las Escrituras:
51Juan capítulo 13: versículos 2 al 15: "Y la cena acabada, como el diablo ya había metido en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, que le entregase, 3Sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba, 4Levántase de la cena, y quítase su ropa, y tomando una toalla, ciñóse. 5Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a limpiarlos con la toalla con que estaba ceñido. 6Entonces vino a Simón Pedro; y Pedro le dice: ¿Señor, tú me lavas los pies? 7Respondió Jesús, y díjole: Lo que yo hago, tú no entiendes ahora; mas lo entenderás después. 8Dícele Pedro: No me lavarás los pies jamás. Respondióle Jesús: Si no te lavare, no tendrás parte conmigo. 9Dícele Simón Pedro: Señor, no sólo mis pies, mas aun las manos y la cabeza. 10Dícele Jesús: El que está lavado, no necesita sino que lave los pies, mas está todo limpio: y vosotros limpios estáis, aunque no todos; 11Porque sabía quién le había de entregar; por eso dijo: No estáis limpios todos. 12Así que, después que les hubo lavado los pies, y tomado su ropa, volviéndose a sentar a la mesa, díjoles: ¿Sabéis lo que os he hecho? 13Vosotros me llamáis, Maestro, y, Señor: y decís bien; porque lo soy. 14Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavar los pies los unos a los otros. 15Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis."
La antigua práctica de lavarles los pies a ciertas personas es un hecho circunstancial, bien conocido en el relato bíblico del Antiguo Testamento.
Según los informes que tenemos, el lavamiento de pies era un acto de cortesía y buen recibimiento en aquella época a las buenas amistades y personas distinguidas, debido a las circunstancias en que no existían las carreteras pavimentadas ni el sistema de transportación de nuestros tiempos y la gran mayoría de las personas tenían que andar a pie constantemente y por lo general, recorrer las distancias que fueran necesarias. Y en tales condiciones, cuando no abundaba el polvo, era demasiado el lodo, por lo que normalmente al llegar al lugar de destino lo más que se sufría era de cansancio en los pies. Debido a ello, una buena lavada resultaba muy confortable y era de agradecerse mucho y de valorar el aprecio que se le demostraba con tan generoso gesto. No obstante, se dice que las personas que tenían criados solían asignarle este trabajo al inferior entre ellos por considerarse un trabajo humillante.
Jesucristo, sin embargo, siendo el Maestro y Señor, lejos de tomarlo como un acto de humillación para sí, lo hizo más bien como un gesto de espontaneidad y de profundo amor. Con lo cual, dejaría un significativo y humilde ejemplo de amor fraternal para sus seguidores a través de la historia. Pues si siendo Él Señor y Maestro había lavado los pies a sus discípulos, incluyendo a Judas Iscariote quien sabía muy bien que había de entregarle, ellos también debían estar dispuestos a lavarse los pies, los unos a los otros. No solo en momentos de tan alta emoción como aquel, sino también en las circunstancias más controversiales, cuando estuvieran gozando de sus rangos como apóstoles de la Iglesia o como obispos, diáconos y pastores. Ellos debían también lavar los pies, no solo a sus familiares y amigos o a sus compañeros de rango, sino aun a los más insignificantes discípulos o integrantes de la Iglesia, aunque por alguna razón no fueran para algunos de ellos de su mayor simpatía.
Asimismo, todo cristiano que haya sido iluminado con el glorioso evangelio de salvación, debe estar dispuesto, no solamente a cumplir con humildad este mandato del Señor, sino que debe hacerlo con un profundo sentido del amor fraternal, aunque en la actualidad esta práctica haya tomado un carácter simplemente simbólico.
En este caso también, la mayoría de la Iglesias cristianas hacen uso práctico de este acto, regularmente después de terminada la celebración de la Santa Cena como lo hizo Jesús.