LECCIÓN NÚMERO 61
CAPÍTULO 9 PASOS A SEGUIR PARA SER SALVOS LECCIÓN NÚMERO 61 CREER EN JESUCRISTO Y ACEPTARLO COMO NUESTRO SALVADOR
Al iniciar el análisis de este relevante tema, el primer concepto que debemos tener en cuenta es que la salvación nos es ofrecida totalmente por gracia.
Según la definición del 21Diccionario de la Lengua Española, la gracia consiste en un don o favor que se hace sin merecimiento particular, concesión gratuita. Mientras que en su aplicación a la fe en Jesucristo se define como favor sobrenatural y gratuito que Dios concede al hombre para ponerlo en el camino de la salvación.
Tal como se puede apreciar en esta definición, así como en el caso de “su misericordia”, se dice también que la gracia de Dios es “un don inmerecido”. La diferencia consiste, según el concepto de algunos teólogos, en que la misericordia toma al hombre como pecador arrepentido o en estado de penitencia; mientras que la gracia lo toma estando en sus delitos y pecados, bajo la condición de culpable.
Este vocablo es traducido del término 1griego “xáris”: gracia, don, benevolencia, amor, gratitud.
Podemos asumir con verdadero acierto, que toda la grandeza de la bondad de Dios y la magnitud de su gran amor y su inmensa misericordia, se convinieron para dar lugar a la manifestación de su gracia divina. Proceder suyo que no se llevó a efecto como un simple acto de su bondad solamente, sino bajo el costo del sacrificio, la sangre, el dolor y la muerte de su unigénito Hijo.
Tal como lo expusiera en temas anteriores, nuestra redención era absolutamente necesaria para que pudiéramos quedar libres de la sentencia de condenación eterna, bajo la cual se encontraba toda la humanidad a causa de su condición de pecado. Lo que se hizo posible únicamente, mediante el sacrificio expiatorio del Hijo de Dios, como la manifestación más relevante de la gracia divina, tal como lo confirman los siguientes pasajes de las Escrituras:
51Romanos capítulo 5: versículo 21: "Para que, de la manera que el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna por Jesucristo Señor nuestro."
51Efesios capítulo 2: versículos 8 y 9: "Porque por gracia sois salvos por la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios: 9No por obras, para que nadie se gloríe".
51Segunda de Timoteo capítulo 1: versículo 8 al 10: …"según la virtud de Dios, 9Que nos salvó y llamó con vocación santa, no conforme a nuestras obras, mas según el intento suyo y gracia, la cual nos es dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos, 10Mas ahora es manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte, y sacó a la luz la vida y la inmortalidad por el evangelio".
Según la información que nos ofrecen los dos últimos de estos pasajes, es evidente que la manifestación de la gracia se llevó a efecto sin tener en cuenta nuestras obras, las cuales no interfieren ni aportan ningún mérito ante su inmensurable y poderosa acción. Quiere decir, que la gracia salvadora no se puso de manifiesto por las buenas obras que hubiese hecho la humanidad. Todo lo contrario, el pecado y las malas obras de los hombres contribuyeron notablemente a la emisión de este don divino. Sin embargo, es evidente también que los efectos mismos de esta maravillosa virtud, cuando nos acogemos a ella producen en nosotros la práctica de las buenas obras. Al respecto veamos lo que nos dicen los siguientes pasajes de las Escrituras:
51Efesios capítulo 2: versículos 4, 5 y 8 al 10: "Empero Dios, que es rico en misericordia, por su mucho amor con que nos amó, 5Aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo; por gracia sois salvos; 8Porque por gracia sois salvos por la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios: 9No por obras, para que nadie se gloríe. 10Porque somos hechura suya, criados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó para que anduviésemos en ellas."
En su carta a Tito, el apóstol Pablo le dice, incluyéndose él entre los convertidos, que ellos también eran necios en otro tiempo, rebeldes, extraviados, sirviendo a concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y en envidia, aborrecibles, aborreciendo los unos a los otros. Pero enfatiza en su deliberación diciendo: Mas cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, no por obras de justicia que nosotros habíamos hecho, mas por su misericordia nos salvó, por el lavacro de la regeneración, y de la renovación del Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, para que, justificados por su gracia, seamos hecho herederos según la esperanza de la vida eterna. Palabra fiel, y estas cosas quiero que afirmes, para que los que creen a Dios procuren gobernarse en buenas obras. Estas cosas son buenas y útiles a los hombres. 51(Tito capítulo 3: versículos 3 al 8).
Veamos otra delación del apóstol Pablo a Tito, referente a la gracia y las buenas obras:
51Tito capítulo 2: versículos 11 al 14: "Porque la gracia de Dios que trae salvación a todos los hombres, se manifestó, 12Enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo templada, y justa, y píamente, 13Esperando aquella esperanza bienaventurada, y la manifestación gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo. 14Que se dió a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad, y limpiar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras".
Después de las evidencias obtenidas en estos pasajes respecto a la relación de la gracia con las buenas obras, continuaremos nuestro estudio tomando en consideración el concepto de la teología, que según el análisis de las Sagradas Escrituras, revela que el proceso de la salvación por gracia incluye varios factores fundamentales que son: la fe, el arrepentimiento, la regeneración, la santificación, la justificación y la adopción.
Un detalle muy curioso y de mucha validez implícito en este concepto, consiste en que la observancia de los mandamientos de Dios, tiene un vínculo directo y prominente con cada uno de estos factores relacionados con la salvación. Todo lo cual podremos comprobar en el desarrollo del tema.
Según este concepto, la mayoría de estos efectos se producen regularmente de forma simultánea, aunque algunos como la regeneración y la santificación, aun después de haber realizado su obra en la persona, pueden mantener un carácter de acción continua, dirigiéndola hacia un estado de perfeccionamiento durante toda su vida. No obstante, cuando el individuo ha logrado experimentar la fe requerida, que en este caso se refiere a la fe salvadora, basada en el concepto “creer”, el mismo procede al arrepentimiento de sus pecados porque ya los efectos de la regeneración han comenzado a obrar en su corazón, y como resultado consecuente de ello se produce la santificación. Todo lo cual indica una serie entrelazada de acciones, las cuales son el resultado de los efectos de la gracia divina. Lo que nos proporciona claras evidencias, además, de que, en el proceso de salvación por gracia, intervienen la actividad proveedora de Dios el Padre, el acto de la redención por Jesucristo el Hijo, y la actividad regeneradora del Espíritu Santo.
Otro detalle muy importante de lo cual necesitamos estar bien convencidos, es que la gracia salvadora se pone de manifiesto en dos fases esenciales. La primera fase está relacionada, obviamente, con los efectos de la redención, mientras que la segunda está en perfecta correspondencia con los efectos de la conversión. Y ambas se complementan entre sí para que el plan de la salvación pueda tener efectividad en los seres humanos.
Según las conclusiones de la teología, la mayoría de estos elementos tienen efectos divinos y humanos, por cuanto la efectividad de cada uno de ellos se logra en primer lugar por la intervención de la gracia divina a través de la obra regeneradora del Espíritu Santo en el corazón del individuo. No obstante, para su complementación se requiere también de la aceptación y la voluntad humana, sin lo cual estos acontecimientos no se pueden llevar a cabo. La justificación y la adopción, sin embargo, dependen únicamente de Dios.
Aunque sus resultados están íntimamente vinculados con los demás factores relacionados.
Factor fe: La fe, como dijimos anteriormente, está basada en el concepto “creer”. Tal concepción tiene su fundamento en varios pasajes de las Escrituras del Nuevo Testamento. Como ejemplo de ello veamos lo que nos dice el siguiente:
51Juan capítulo 3: versículos 16, 17 y 36: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. 17Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para que condene al mundo, mas para que el mundo sea salvo por él. 36El que cree en el Hijo, tiene vida eterna; mas el que es incrédulo al Hijo, no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él."
Evidentemente, este es uno de los factores que mayores implicaciones tiene entre los demás. Es fundamental creer para poder asimilar los demás elementos citados con referencia a la salvación. Veamos ahora el ejemplo del carcelero de Filipos según el siguiente pasaje de las Escrituras:
51Hechos capítulo16: versículos 29 al 33: "Él entonces pidiendo luz, entró dentro, y temblando, derribóse a los pies de Pablo y de Silas; 30Y sacándolos fuera, les dice: Señores, ¿qué es menester que yo haga para ser salvo? 31Y ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo tú, y tu casa. 32Y le hablaron la palabra del Señor, y a todos los que estaban en su casa. 33Y tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó los azotes; y se bautizó luego él, y todos los suyos."
Según las definiciones dadas en el 1Diccionario Griego-Español para la expresión creer dice: “pistévo”: creer, tener fe, confiar. Y según las evidencias que nos proporciona el 16Nuevo Testamento Griego, los términos usados en los dos últimos pasajes citados, entre otros tantos, para la frase “creer en Jesucristo”, son: “pistévo eis”: creer a, creer en.
Por lo cual, tener fe o creer en Jesucristo, implica dos aspectos fundamentales. Uno está basado en el hecho de dar por cierto todo lo que las Sagradas Escrituras nos declaran referente a su persona divina. El otro consiste en creerle a Él. Evidentemente, cuando uno cree en una persona, confía y tiene fe en ella, dando por cierto todo lo que esta dice. Así es necesario creer en Jesucristo. Esto implica creer en sus promesas y en su sagrada doctrina demostrándolo mediante la práctica de una obediencia incondicional a la misma para que podamos ser salvos, tal como lo declaran las Escrituras en 51Hebreos capítulo 5: versículo 9, donde dice: “Y consumado, vino a ser causa de eterna salud a todos los que le obedecen”.
Ahora bien, para creer en la doctrina de Jesucristo, es fundamental conocer los componentes básicos de la misma. Pero debido a que en este caso no podemos hacer una exposición completa de tales conceptos, nos limitaremos a citar solo algunos de los ejemplos más sobresalientes relacionados con ella. No obstante, dicha exposición usted la puede encontrar extensivamente representada en el contenido total del capítulo 10 de este tratado.
Veamos ahora algunos de los aspectos más importantes de la doctrina de Cristo, en los cuales necesitamos creer:
El que cree en Jesucristo debe dar por cierto lo que Él dijo, según 51Juan capítulo 3: versículo 16: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna."
El que cree en el Hijo de Dios debe dar por cierto, además, lo que Él dijo, según 51Juan capítulo 14: versículo 6: "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida: nadie viene al Padre, sino por mí".
El que cree en Él debe dar por cierto también su declaración hecha según 51Juan capítulo 11: versículos 25 y 26: Dícele Jesús: "Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente."
El que cree en Jesucristo debe dar por cierto lo que Él dijo, según 51Marcos capítulo 16: versículo 16: "El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado."
Igualmente debe creer en lo que le dijo a Nicodemo según 51Juan capítulo 3: versículo 5: "De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios."
Debe creer, además, lo que Él dijo, según 51Juan capítulo 14: versículo 21: "El que tiene mis mandamientos, y los guarda, aquel es el que me ama"…
De igual manera debe creer en lo que le dijo al joven rico, según 51Mateo capítulo 19: versículo 17: …"Y si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos".
Nótese que estas dos últimas referencias constituyen una confirmación acerca del vínculo directo y prominente que tiene la observancia de los mandamientos de Dios con el factor fe, uno de los elementos fundamentales, implicados en la salvación por gracia. La aceptación y observancia de sus mandamientos es un medio a través del cual le demostramos no solo que lo amamos, sino también que realmente hemos creído en lo que Él dijo al respecto.
Asimismo, debe creer, sin lugar a dudas, lo que el Señor dijo acerca de la senda del creyente según 51Mateo capítulo 7: versículos 13 y 14: "Porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a perdición, y muchos son los que entran por ella. Porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan".
Igualmente, debe creer todo lo que Él dijo acerca del perdón, según 51Mateo capítulo 6: versículos 14 y 15, donde dice: "Porque si perdonareis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial.
Mas si no perdonareis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas".
El que cree en Jesucristo tiene que dar por cierto igualmente, todo lo que Él dijo referente a amar al prójimo y otros tantos aspectos comprendidos en su santa doctrina, los cuales se pueden apreciar claramente en la exposición de las Escrituras del Nuevo Testamento, tal como lo veremos en el próximo capítulo.
Es necesario creer, además, en todas las encomiendas de los apóstoles de la Iglesia, por cuanto ellos fueron los primeros pregoneros de las enseñanzas del Divino Maestro. Y según lo que reflejan sus propias palabras, es evidente que no basta solo creer en su existencia y en su función como Salvador nuestro, sino tomar en cuenta también los pasos a seguir, según sus propias indicaciones, para conducirse debidamente por el camino que Él nos ha trazado, sentirse amparado bajo la gracia divina y mantener plena seguridad de su salvación.
Creer en Jesucristo implica creer que Él es el Hijo de Dios, el Mesías prometido y Redentor de la humanidad. Estar conscientes de que nosotros somos pecadores y que la retribución de nuestros pecados había de ser la condenación eterna, pero su sacrificio y su sangre derramada en la cruz del Calvario nos limpian de todo pecado y nos salvan de la condenación, para darnos vida eterna en gloria.
Creer además, que Él vive y que está sentado a la diestra de Dios, el Padre, intercediendo por nosotros. Creer que, así como Él resucitó de los muertos, tiene poder absoluto para resucitarnos a nosotros también y darnos salvación y vida eterna, según sus propias palabras expresadas en 51Juan capítulo 5: versículos 25, 28 y 29.
Concluimos, por lo tanto, con el concepto de que todo lo que Jesucristo dijo y lo que dicen las Escrituras acerca de Él es necesario creerlo. Asimismo, es preciso hacer todo lo que Él nos ha mandado a realizar a través de su Santa Palabra para mantener una conducta de santidad, apartados de todo pecado. De otra manera no habremos creído en Él, ni en sus promesas divinas y la nuestra sería una fe muerta y vendríamos a ser semejantes a los demonios que creen y tiemblan, según 51Santiago capítulo 2: versículos 19.
No basta creer solamente, sino demostrar con nuestros hechos que verdaderamente hemos creído lo que profesamos. Al respecto véase 51Santiago capítulo 2: versículos 14 al 26.
El arrepentimiento: Este concepto, tomado desde el punto de vista de la teología cristiana, se refiere al hecho de desistir con carácter resuelto y definitivo de la actitud de rebeldía y desobediencia contra Dios. Pues tal postura, es catalogada como pecado, el cual se define a la vez como transgresión de la ley de Dios. Por lo cual, es obvio que el arrepentimiento incluye ineludiblemente la observancia de los mandamientos de Dios, en el sentido más abarcante de la palabra. Todo lo cual evidencia su vínculo directo y prominente con dicho factor, así como en el caso de la fe. Pero tal proceder o sentir del arrepentimiento no se logra en este caso por la fuerza o la imposición, sino como ya hemos dicho, por el obrar maravilloso de Dios en el corazón de la persona, y solo se necesita ser sensible y obediente. Acerca de este tema hicimos un estudio detallado en el capítulo 5, bajo el título: “Dios recibe al penitente”, donde citamos los pasajes bíblicos concernientes a la doctrina del arrepentimiento, según 51Ezequiel capítulo 18: versículos 21 al 23; capítulo 33: versículo 11; 51Mateo capítulo 3: versículo 1, 2, 8 y 9; capítulo 4: versículo 17; 51Marcos capítulo 1: versículos 14 y 15 y 51Hechos capítulo 17: versículos 30 y 31.
Su lectura debe ser tomada en consideración nuevamente como parte del análisis de este estudio.
Retomando el tema, concluimos que la observancia de los mandamientos divinos no se debe precisamente al hecho de que estos son parte esencial de la ley de Dios, ni tampoco por miedo al castigo, sino como el salmista, que se expresó diciendo, según 51Salmos 119: versículos 97, 103 y 104: "¡Cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación. ¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! Más que la miel a mi boca. De tus mandamientos he adquirido inteligencia: por tanto, he aborrecido todo camino de mentira". Pues los mandamientos de Dios no son el reflejo de un carácter represivo y dictador, sino una maravillosa expresión de su amor divino para proteger nuestros derechos, nuestra vida y nuestra felicidad.
Regeneración o nuevo nacimiento: La mayoría de los teólogos cristianos están de acuerdo en que la regeneración, tratada también como renovación o nuevo nacimiento, tiene su principio o manifestaciones primarias aun antes del bautismo de agua, mediante la obra regeneradora del Espíritu Santo en el corazón de la persona, cuyos efectos son los que abren su corazón y sus sentidos espirituales para que pueda creer en el mensaje del evangelio y en Jesucristo como su Salvador.
Este concepto tiene su fundamento en las palabras de nuestro Señor, dirigidas a sus discípulos, según el siguiente pasaje de las Escrituras:
51Juan capítulo 14: versículos 15 al 17: "Si me amáis, guardad mis mandamientos; 16Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: 17Al Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce: Mas vosotros le conocéis; porque está con vosotros, y será en vosotros."
La expresión referida por nuestro Señor: "Está con vosotros", según la exégesis más conocida, alude justamente a esa maravillosa actividad del Espíritu Santo entre las personas que escuchan el mensaje del evangelio, que oran o leen las Sagradas Escrituras, aunque todavía no hayan aceptado a Jesucristo como su Salvador.
Es muy importante entender que cuando los efectos de la renovación tienen lugar en la mente y el corazón del individuo, este cambia su proceder y su comportamiento humano en forma tan radical que, si antes robaba, ya no lo hace; si era homicida, deja de serlo; si cometía adulterio, ya no. Igualmente, si era mentiroso, calumniador o cualquiera que fuera su mal comportamiento social, su cambio tiene que ser notable porque de otra manera, ¿cuáles serían las evidencias de su renovación? Ahora bien, nótese que cuando la persona deja de robar, matar, adulterar, calumniar y demás, automáticamente está guardando los mandamientos de Dios. Por lo cual, es evidente que la observancia de los mismos tiene también un vínculo directo y prominente con la regeneración o nuevo nacimiento.
A través de esta maravillosa obra del Espíritu Santo en nuestras vidas se lleva a efecto el propósito divino relacionado en las Santas Escrituras, según el pasaje siguiente:
51Hebreos capítulo 10: versículo 16: "Y este es el pacto que haré con ellos Después de aquellos días, dice el Señor: Daré mis leyes en sus corazones, Y en sus almas las escribiré."
Tomemos en consideración las palabras del Señor Jesús referidas a Nicodemo:
51Juan capítulo 3: versículos 3 al 6: "Respondió Jesús, y díjole: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere otra vez, no puede ver el reino de Dios. 4Dícele Nicodemo: ¿Cómo puede el hombre nacer siendo viejo? ¿puede entrar otra vez en el vientre de su madre, y nacer? 5Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. 6Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es."
Evidentemente, este pasaje se refiere con toda claridad tanto al bautismo de agua, como al bautismo del Espíritu Santo en el creyente, los cuales son considerados como elementos esenciales del nuevo nacimiento. Según los que hemos disfrutado de la gloriosa manifestación del bautismo del Espíritu Santo en nuestras vidas, es bajo los efectos de esa influencia divina cuando se experimenta la culminación y la sublimidad del nuevo nacimiento.
La santificación: El factor santificación lo tomaremos en cuenta más detalladamente en el capítulo 10 bajo el tema titulado “La Santidad”. No obstante, en este caso haremos una exposición en forma resumida para una complementación generalizada del tema.
La santidad atribuida al hombre significa separación o apartamiento de la vida común para consagrarse y dedicarse al servicio de Dios. Este concepto se basa en dejar de compartir con la conducta inmoral y depravada de los pecadores para vivir una vida de pureza moral mediante un verdadero sometimiento a los principios de la voluntad de Dios, expresados en sus santos mandamientos. Por lo que la santidad, según lo declaran las Escrituras en 51Romanos capítulo 6: versículo 22, se entiende también como separación o libertad del pecado. Esto indica claramente que la observancia de los mandamientos de Dios tiene un vínculo directo y prominente también con la santidad, como uno de los factores esenciales que intervienen en la salvación por gracia.
De manera que, aunque la salvación es por gracia, si no guardamos los mandamientos de Dios hacemos nula la fe, el arrepentimiento, la renovación y la santificación. Y por lo tanto, los demás elementos relacionados con el proceso de la salvación no pueden tener efectividad en nosotros.
La justificación: La doctrina de la justificación por la fe la expondremos en forma breve, pero del todo satisfactoria y convincente, de acuerdo al carácter elemental de este tratado.
Según el concepto de la teología basado en las declaraciones de las Sagradas Escrituras, una vez que la persona ha creído en Jesucristo y lo ha aceptado como su Salvador mediante la fe, poniendo en práctica su arrepentimiento, dando evidencias con ello de una renovación en su corazón, mediante la obra de la regeneración o nuevo nacimiento, al individuo le son perdonados sus pecados por los efectos del sacrificio expiatorio del Mesías, convirtiéndose así en justo por los méritos de la justicia de su Salvador, viniendo a ser de esa manera justificado por Dios. Ver 51Segunda de Corintios capítulo 5: versículo 21.
Como una confirmación de lo dicho, según 51Gálatas capítulo 3: versículos 6 y 7, Abraham fue justificado por la fe, por cuanto creyó a Dios, lo cual demostró mediante la obediencia a su mandato divino, dando evidencia con ello de que había creído firmemente en sus promesas y en sus facultades como el único Dios verdadero y Todopoderoso. Por eso, según 51Romanos capítulo 4: versículo 9, le fue contada la fe por justicia.
Así también dicen las Escrituras, según 51Gálatas capítulo 2: versículo 16, que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe en Jesucristo.
Ahora bien, ¿en qué consistió la fe de Abraham? En que creyó a Dios. De igual manera, la fe que justifica al creyente, es el hecho de creer en Jesucristo con todas las implicaciones comprendidas en este concepto, especialmente la aceptación y sometimiento incondicional a su voluntad divina, según lo hemos expuesto en el análisis de este estudio. Tal como lo hizo Abraham, aunque las Escrituras del Antiguo Testamento no lo declaren en forma literal. No obstante, se asume con todo el sentido de la lógica, que igual que los creyentes en Jesucristo de hoy día, estuvo fuertemente influenciado también por los efectos de la renovación del Espíritu Santo en su vida. Lo que lo conducía permanentemente a la recuperación de la imagen moral de Dios, con la que fue creado el hombre al principio, para lo cual solo necesitó, así como nosotros, ser sensible y obediente al llamamiento de Dios.
Adopción: Como resultado consecuente de todo lo dicho en relación con los demás factores comprendidos en el proceso de la salvación, el creyente pasa a ser automáticamente adoptado por Dios como hijo, según lo declaran las Escrituras en 51Efesios capítulo 1: versículo 5. Según 51Gálatas capítulo 4: versículo 5, Dios envió a su Hijo para que redimiese a los que estaban debajo de la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. Por lo cual dice su Santa Palabra en 51Segunda de Corintios capítulo 6: versículo 18: "Y seré a vosotros Padre, y vosotros me seréis a mí hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso." Es por ello que, según 51Romanos capítulo 8: versículo 23, nosotros gemimos dentro de nosotros mismos esperando la adopción. Porque según 51Romanos capítulo 8: versículo 15, hemos recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos, Abba, Padre. Es muy importante tener en cuenta que la adopción nos otorga el derecho de disfrutar de todos los privilegios correspondientes a los hijos de Dios, pero de igual manera nos corresponde cumplir con todos nuestros deberes y responsabilidades como tales.
Evidentemente, esta adopción la recibimos por la fe en Jesucristo, por cuanto hemos creído en sus promesas divinas, por los efectos de la renovación del Espíritu Santo en nuestros corazones. Por lo cual hemos logrado también el arrepentimiento de nuestros pecados y alcanzado, además, la santificación en nuestras vidas, por ello somos también justificados y finalmente adoptados como hijos de Dios, todo ello por los efectos gloriosos de la gracia divina, mediante la cual somos salvos. Escuche a Andrea Tessa con una preciosa alabanza alusiva al tema. Solo toque este enlace y espere algunos segundos para que inicie el audio.